Escribe Hugo Marcelo Balderrama

La deflación puede ser muy buena, no le tenga miedo

Escribe Hugo Marcelo Balderrama

OPINIÓN | 17 May 2019

Los conceptos de Lord Keynes han permeado tanto sobre la economía contemporánea que incluso escuelas que no comparten su ideario estatista – intervencionista repiten muchos de sus errores. Con excepción de la escuela austriaca, todas las corrientes comparten los mismos sofismas en temas monetarios y, en particular, sobre la deflación.

La inflación se define hoy en día como: “el aumento sostenido de los precios de los bienes”. Pero la definición clásica era mucho mejor: “La inflación es el aumento de dinero por encima de la demanda real de aquel”. Es decir cuando se produce más dinero que el que la sociedad necesita. Cambiar el concepto de inflación les permitió a los gobiernos culpar a los comerciantes y acusarlos de usureros y, al mismo tiempo, mostrarse ellos como buenos, santos e inmaculados. Debemos admitir que los socialistas son brillantes para diseñar estafas masivas.

Por otro lado, en todas las facultades de economía se enseña que la inflación puede ser positiva y generar movimiento económico. Pero ya el gran economista L. Von Mises demostró que solo son auges ficticios y que la realidad acaba tocando la puerta con graves consecuencias para la sociedad.

En ausencia de bancos centrales, la institución más socialista por antonomasia, y con una oferta monetaria estable ocurriría lo más normal y sano, una reducción de los precios, o dicho de otro modo, una mejora en el poder adquisitivo de las personas, consecuencia directa del crecimiento económico real y no ficticio.

La mejora del poder adquisitivo es la forma más afectiva de combatir la pobreza.

Imagine a una viuda cuyo único ingreso es una jubilación, y que producto de la deflación cada vez compra más bienes en el mercado. Pues lo mismo pasaría con otros sectores vulnerables de la población.

Otro efecto, es que los tomadores de préstamos cada año están en mejor posición frente a los prestamistas, pues su dinero gana valor. Contrario a lo que ocurre con la inflación, donde las deudas se hacen más difíciles de pagar.

Finalmente, y quizás la consecuencia más importante de la deflación, es el incremento del ahorro y, por ende, de las inversiones que son las que realmente tienen el efecto multiplicador en la economía y no el gasto fiscal como sostienen los keynesianos.

Entonces ¿Por qué los economistas, académicos y políticos viven repitiendo el mantra de la inflación y la necesidad de los bancos centrales?

Porque las únicas que ganan con el monopolio estatal de la moneda son las “elites herméticas” que chupan del presupuesto fiscal, por ejemplo, empresas ineficientes que viven del subsidio estatal, consultores que venden “programas educativos” al ministerio de educación, maestros del magisterio, oficinas burocráticas y un largo etc.

La moneda, al igual que la familia y el matrimonio, es una institución de orden privado. Cuando los Estados nos usurparon la libertad monetaria, se estaban adueñando delfactor vital del progreso y el desarrollo de las naciones. No es un error producto de la falta de conocimiento en economía, es una acción deliberada para empobrecer a la ciudadanía e incrementar el radio de acción estatal.

Recuerde lo siguiente, la moneda es algo muy importante como para confiarla el Estado. Una verdadera reforma política es aquella que limitada el gobierno, fortalece la propiedad privada y deja funcionar la mano invisible del mercado.

//*HUGO BALDERRAMA ES ECONOMISTA MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//