Escribe Carlos Armando Cardozo

¿Qué es la justicia?

Escribe Carlos Armando Cardozo

OPINIÓN | 14 Mar 2021

Justicia, una palabra que es invocada por muchos de nosotros cuando sentimos que nuestros derechos están siendo violentados, cuando la impotencia nos invade y el Estado con todas sus instituciones no parece inmutarse por nuestra desventura.

En Bolivia, dada su politizada y trágica historia de conflictividad social en los últimos 15 años, la justicia trata de utilizarse como arma para agredir y someter sectores claves para sostener el tan codiciado poder.

La justicia también puede ser vinculada hacia el credo, la divinidad del Dios que alabamos y en el cual depositamos la fe, esa creencia incuestionable basada en la confianza ciega hacia ese algo que nos permite sentirnos cobijados y protegidos. Es la justicia divina por la que imploramos, aquella que resuelva los errores de la justicia impartida por el hombre.

Es justamente este punto el que me permito elaborar y cito una conversación entre Frank Underwood y el Padre Eddis (personajes ficticios). el contexto se remonta a un acto en el que Underwood como presidente de los Estados Unidos asiste al entierro de soldados americanos muertos en acción; durante la ceremonia este escucha el servicio preparado por el Padre Eddis que posteriormente será consultado por el propio Underwood acerca de una pregunta trascendental que lo asalta ¿Qué es la justicia?

El padre Eddis contesta: Hay dos tipos de justicia. Aquella que crea el hombre en base a diferentes cosas como los 10 mandamientos que pueden ser leídos en un millón de formas diferentes. Si nosotros no matamos, otros matarán en lugar de nosotros, hay mucha matanza en el relato de la Biblia, el rey David por ejemplo, el mismo era un guerrero.

Frank replica ¿Cómo reconcilias eso con las leyes que Dios le dio a Moisés? A lo que Eddis responde: Hasta esas leyes requieren de interpretación. Sin embargo, hay dos leyes que debemos recordar por encima de las demás: amar a Dios y amar a los demás.

No puedes amar a aquellos que matas acota Frank. Obviamente que no, continua Eddis, y también debes amar a aquellos que desean matarte. Jesús amaba a los romanos, dijo Dios Padre perdónales porque no saben lo que hacen.

Incrédulo Underwood cuestiona: ¿Por qué no peleó porque no evitó que lo sacrificaran? Entiendo al Dios del Antiguo Testamento del poder absoluto aquel que reinaba a través del miedo, pero Él (aludiendo a Jesucristo)

A lo que el padre Eddis responde: No hay tal cosa como el poder absoluto para nosotros excepto el que recibimos, utilizar el miedo para ejercer el poder no te llevará a ningún lugar, no es tu trabajo determinar que es justo, no es tu lugar elegir la versión de Dios que te place más, no es tu labor servir a este país, tampoco es tu objetivo servirte a ti mismo.

Sirves al señor y a través de Él sirves a los demás

Mientras se alejaba lentamente de Underwood el padre Eddis termina recordando: Dos reglas de Dios, ámense los unos a los otros, punto. Usted (señalando a Underwood) no es el elegido señor presidente, solo Él lo fue (mostrando a Underwood la imagen de Jesús crucificado)
Frank Underwood al asumir por sucesión como presidente de los Estados Unidos (sin un voto a su nombre), sentía muy en el fondo la necesidad de ser respetado y tratado como cualquier otro presidente electo. La estrategia del miedo e impartir la justicia en las entrañas mismas de Washington de alguna manera le recordaba a aquel Dios del Antiguo Testamento, esa figura incuestionable a la que se le temía cuyas decisiones por “injustas” pareciesen eran sacramentadas en óleo.

Un político despiadado, que se ve así mismo un peldaño arriba de los demás, como si de una divinidad se tratase, utilizando el Estado para deshacerse de sus enemigos y pagar lealtades a través de las estrategias más oscuras y despiadadas del manual, con miras a consolidar su imperio de poder. ¿Les suena familiar?

En definitiva, es la clase política en Bolivia la que sintió que se encontraba un peldaño por encima de los ciudadanos (simples mortales) envueltos bajo una supuesta divinidad que les permitía decidir sobre los demás: qué tipo de vida debían tener, cuanto debían ganar, donde debían estudiar, como debían pensar, que cultura debían representar y cual el futuro al que debían aspirar.

Y es que esta suerte de Dioses entre nosotros, da pie a la ebullición social, donde los seres divinos manipulan a los mortales como piezas en un tablero, sugieren conflictos y deudas históricas, rencillas entre grupos creados a propósito, dividiendo, susurrando en los oídos de la sociedad que la batalla final: ellos contra nosotros es el único camino disponible hacia la libertad (aquella que ellos pintan como tal).

Más allá de sus creencias, el dialogo entre Frank Underwood y el padre Eddis esconde en la superficialidad del dogma, una batalla entre el ego de un político inseguro habido de reconocimiento y un sacerdote que identifica en “el hombre más poderoso del mundo” grandes grietas como la ambición, la apatía y la crueldad que lo alejan de ser un hombre ordinario, lo convierten en la encarnación misma del mal.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN LOZANÍA//

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