Escribe Maggy Talavera

Evidencias en tiempos de coronavirus

Escribe Maggy Talavera

OPINIÓN | 29 Mar 2020

A tres meses de los primeros reportes oficiales de China sobre el Covid-19, el nuevo virus ya está causando problemas en 188 de 195 países reconocidos por la ONU (dos de ellos, el Estado del Vaticano y Palestina, observadores y no parte formal de la organización).

Un fenómeno superior a cualquier emergencia ya vista, dada la velocidad con la que avanza y su, digámoslo de alguna manera, universalidad. A la indiferencia con la que la noticia fue recibida y comunicada inicialmente se ha sobrepuesto ahora una alarma generalizada que está llegando a la histeria personal y colectiva en muchos lugares. Un salto casi inevitable, dada la realidad dramática vista en China, Italia, España e Irán, por citar las más letales.

Por supuesto que hay razones para preocuparnos. Que en tres meses haya más de medio millar de personas contagiadas y al menos 26.000 muertos por el Covid-19 en 188 países, un virus prácticamente desconocido y contra el cual aun no hay antídoto, es como para alarmar a cualquiera. Si a eso sumamos las noticias falsas y las teorías conspirativas, así como la existencia previa de problemas no resueltos en el mundo, el combo puede ser lapidario. Puede, pero no deber ser necesariamente así. Hay más razones para lograr que no sea una fatalidad irreversible. Encontrar esas razones no es una tarea complicada. Solo se necesita voluntad, ganas de sumar antes que de restar. Viktor Frankl diría que es una cuestión de encontrarle sentido a la vida.

Un sentido que están dejando en evidencia millones de personas que se están jugando la vida en este momento, tratando de salvar las nuestras. Médicos, enfermeros, bomberos, bioquímicos y tantos otros que están en la línea de fuego, luchando minuto a minuto para librar una batalla titánica contra este nuevo virus, en condiciones adversas. Una evidencia más que vale tener de primera en la lista: los gobiernos han fallado al relegar a la salud de la lista de prioridades en las políticas e inversión públicas. Incluso los países del llamado primer mundo, muchos de ellos destacados por tener supuestamente sistemas sanitarios de primer nivel. Italia y España entre ellos. La realidad muestra que nada fue suficiente. Si ellos están padeciendo como vemos hoy, ¿se imaginan lo que les espera a países menos o no desarrollados, en los que no hay sistemas sanitarios más o menos dignos?

Lo visto hasta ahora por los manotazos del Covid-19 dejan en evidencia que no se trata solo de infraestructura, sino de personal capacitado, con actualización permanente, al que tendríamos que tratar mejor en todos los sentidos. Se trata también de la prioridad que deberían tener la ciencia, los laboratorios, la academia, la investigación… y no, no la tienen en la gran mayoría de los países que hoy sufren por el coronavirus. Lo que está hoy saliendo a luz es el evidente recorte presupuestario en todo lo referido a salud y ciencia, incluyendo aquí el trato salarial y las condiciones laborales de médicos, paramédicos y esa larga cadena que hace al sistema sanitario, en el que cumplen también un papel vital los bomberos, los policías, el personal de limpieza, los transportistas.

La emergencia deja además en evidencia cuáles han sido las prioridades más individuales, las familiares. ¿Estaba la salud entre ellas? Salud entendida en toda su dimensión, desde la que parte por casa y tiene que ver con la calidad de vida que tenemos, con el cuidado en la alimentación, en rutinas saludables, en las relaciones interpersonales. Todo esto de gran importancia, por lo visto, ya que quienes mejor podrán enfrentar la pandemia son quienes, sin saberlo, se prepararon día a día para luchar contra un enemigo muy agresivo, al que costará muchísimo vencer. Y no, no siempre ha sido necesariamente una cuestión de dinero, sino más bien una de sentido común y de verdadera responsabilidad social.

¿Una evidencia más, entre tantas para compartir? La cuarentena obligada ha demostrado que gran parte de la población estaba perdiendo el verdadero sentido de la vida. Gente a la que le cuesta quedarse en casa, a la que le resulta difícil disfrutar de sí misma y, lo que es aun peor, convivir con los suyos. Duro saber, por ejemplo, que han aumentando los casos de violencia intrafamiliar. O gente a la que le está costando, simplemente, dejar de comprar cosas. Claro, también están las otras evidencias, las buenas: gente solidaria, muy creativa, que ha descubierto en la crisis potencialidades capaz de transformar el mundo.

//*MAGGY TALAVERA es periodista y directora de Periodismo sin Photoshop//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//