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Sábado, 20 de Abril de 2024

Escribe Iván Arias Durán

El SUS, Yessica y Antonella

OPINIÓN | 20 May 2019

“¡A mi hija la han matado! ¡A mi nenita la han asesinado!”, gritaba en medio del estremecedor llanto doña Claudina Pacamia Organivia (61 años) a los pies de la tumba de su amada hija de apenas 27 años.

Yessica Tapia Pacamia murió a las 4:30 del lunes 13 de mayo en el Hospital de San Buenaventura del departamento La Paz, producto de una negligencia médica institucional, con su hijita Antonella de ocho meses en el vientre. “Por qué Dios mío? ¿Por qué los pobres tenemos que perderlo todo? ¿Por qué no hay un anestesista? ¿Qué somos para recibir tanto desprecio? ¿Por qué los de la Alcaldía sólo trabajan para recibir su sueldo?”, eran las impotentes preguntas que nacían de una desconsolada madre, quien estaba segura de que iba a ser sepultada por su descendencia; no de vivir la tragedia de enterrar a la que trajo a la vida y a la que sería su nieta.

Yessica, una activa y querida joven de San Buenaventura, esperaba con toda la ilusión de la vida a su hijita. Vivían, junto a su esposo, en la casa de su madre. Doña Claudina era la más entusiasmada con la última nietita que, como decía, “tendré entre mis brazos porque ya estoy vieja”. Ultima hija de cinco (dos hombres y dos mujeres), después de salir bachiller, buscando ser siempre mejor, Yessica entró a la universidad, se fue a Santa Cruz, luego fue a trabajar a Japón y volvió para casarse, y construir su propio hogar.

Al ser primeriza, su parto necesitaba cuidados. El domingo 12 de mayo, como reza la denuncia presentada por su madre, a las 22:00, Yessica sintió un fuerte dolor de cabeza y se fue al hospital. El médico de turno no estaba. Le midieron la presión y detectaron que estaba alta. El enfermero le dio pastillas, una y otra vez. La tenían sentada en una silla. Llegó el médico administrador del hospital y le pusieron una serie de cinco ampollas. “Esas medicinas no afectaran a la wawita?”, preguntó doña Claudina sin obtener respuesta.

La eclampsia (enfermedad que afecta a la mujer en el embarazo y que se caracteriza por convulsiones, seguidas de un estado de coma, suele ir precedida de otras afecciones, como la hipertensión arterial, edemas o presencia de proteínas en la orina) estaba en proceso acelerado y se debía realizar una cesárea para salvar a la madre y a la wawa, que también sufría en el vientre. Era ya medianoche. Había que operar urgente, pero, gran detalle, no había anestesiólogo.

“El hospital no tiene un bendito anestesiólogo –protesta Yasuo Palomeque, esposo de Yessica–; el que hay es de la brigada cubana, pero se va a Rurrenabaque o La Paz. El SEDES dice que no es su función contratar anestesiólogo, que es responsabilidad del Ministerio de Salud. Y así nos tienen pasándose la bola unos y otros, mientras que nosotros, como mi esposa y mi hijita, ponemos los muertos para que ellos vivan como reyes”.

A las 3:30 –relata doña Claudina–, “nos dijeron que ya no podían hacer nada” y, a las 04:30, avisaron que “mi hija ya no respondió y falleció con la bebé en su vientre”. Lágrimas, dolor, gritos, impotencia. A las 6:00 le entregaron el cuerpo. A las 14:00 –¿qué detalle, no?– tuvieron que volver con el cadáver al hospital para que le extrajeran a la bebé muerta, para poderlas enterrar en ataudes separados.

Lala, una de las hermanas de Yessica, con rabia contenida dice: “En este hospital nos tratan como si fuéramos animales. El hospital es una patada a la dignidad. Han tirado millones en un ingenio azucarero que no da nada, en vez de pensar en la salud de nosotros y de los indígenas tacanas, que vivimos en esta provincia. Les importamos un comino”.

Una concejala del Gobierno municipal expresa que “es imposible hacer cambios, porque todos se agarran a sus cargos como costras. No les importa la atención a la gente. El Seguro Único de Salud (SUS) es un discurso más, un cuento chino más, como el ingenio. No hay infraestructura, no hay equipamiento, no hay personal, no hay medicamentos. Lo único que hay es una tremenda propaganda en los medios. Todo lo derivan a La Paz, pero, ¿con qué dinero llegamos allá? Así, no nos queda otra que rezar y esquivarle a la muerte”.

En diciembre del año pasado, con la soberbia de un falso mago, el Vicepresidente, a propósito de la implantación del SUS, espetaba sin rubor esto: “Si La Paz es incompetente, tiene a gente en los pasillos; traiga, dennos el hospital y dennos un mes y no va a encontrar un solo paciente en los pasillos, y no va a encontrar una sola cama que se esté desarmando, y no va a encontrar unas ollas que se están pudriendo” (30-12-18 ERBOL).

//*IVÁN ARIAS ES CIUDADANO DE LA REPÚBLICA DE BOLIVIA //

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//

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