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Sábado, 20 de Abril de 2024

Escribe: Diego Ayo Saucedo

“Han asesinado al lenguaje”

OPINIÓN | 10 Jun 2018

No es más inteligente un chimpancé de dos años en comparación a un ser humano de la misma edad. Ambos son igual de inteligentes. Sin embargo, algo ocurre en el transcurso de ese siguiente año que nos permite sacar ventaja y des-monizarnos. Es el mismo algo que posibilitó que la humanidad viva una revolución intelectual hace más o menos 70 mil años convirtiendo a esa especie en la más poderosa sobre el planeta. ¿Qué fue ese algo? No hay duda: el lenguaje, y no es que en los milenios anteriores no hayamos hablado, sino que una mutación genética, que no acabamos de comprender, perfeccionó esa aptitud, nos dio el triunfo evolutivo y selló nuestra condición humana.

¿Por qué recordar estos sucesos naturales? Pues porque en la coyuntura de decadencia masista, la primera víctima no ha sido el estudiante alteño, el viceministro del propio Gobierno, masacrado por exaltados cooperativistas mineros o los terroristas asesinados brutalmente en el hotel Las Américas. No, la primera víctima es el lenguaje. Recuerdo con fascinación la reflexión de George Orwell, escrita en 1947, titulada La política y el lenguaje inglés, en la que lamenta la degradación de su lengua. El uso de muletillas, clisés o frases del manual oficialista empobrecen el lenguaje a riesgo de anularlo. Nos devuelven a nuestra condición más próxima a los bonobos o chimpancés.

Exactamente es eso lo que ha sucedido con el “proceso de cambio”: se ha idiotizado o quizás nació así. He escuchado con atención las explicaciones del ministro Carlos Romero, antes de admitir que un policía había sido el responsable de la muerte de Jonathan Quispe, y distingo inmediatamente la agonía del lenguaje. Apelan al “imperio”, “la derecha”, “la oposición mentirosa” para explicar lo inexplicable. En estas avispadas explicaciones, no haber clasificado al Mundial de Rusia o no lograr la felicidad conyugal debe ser culpa de la derecha. ¿Exagero? No, he rastreado los últimos doce conflictos más relevantes, precisamente desde la muerte del viceministro Illanes hasta el crimen del joven alteño, pasando por la movilización de los médicos, y la explicación es siempre la misma: “La derecha es la culpable”. No dudo de que hay motivaciones ideológicas para ofrecer estas explicaciones, pero en realidad la razón es más precaria: no queremos pensar; no nos da la gana de ser humanos, dialogando y pensando.

Somos rentistas también en el uso del lenguaje: es siempre más fácil estirar la mano y sacar del árbol de las muletillas las palabras mágicas: derecha, imperio y demás, que pensar y crear. Usar categorías analíticas que nos acerquen a mejores interpretaciones y no a este tipo de animalización exegética. Lo compruebo día a día. En el Facebook hay un joven que trabaja en la Vicepresidencia que ejemplifica lo analizado: de cada cuatro palabras que dice una de ellas es “facho”. A decir de Orwell, como al final del día te das cuenta que a pesar de haber repetido 189 veces la palabra “facho”, no sabes verdaderamente lo que significa, ni te interesa saberlo, procedes a lo obvio: eliminar al facho. No haces matices: lo purgas y ya, solo porque te olió que trabajó en gobiernos neoliberales, habla inglés, critica al hermano Evo o lo que sea. Son fachos y ya.

También leo con estupor, en esta indeclinable y acelerada prehumanización, las frases machaconas “ser sometido o ser revolucionario” (acompañada por la infaltable foto del Che), “unámonos por la Patria Grande”, “hasta la victoria siempre compañeros” o “…felicidades compañero…la lucha sigue”. Sé que la Patria Grande es un simple deseo no cumplido en más de una década de gobiernos “progresistas”, la victoria supondría la eliminación del enemigo (vaya belleza genocida, soltada así como una carcajada); la contraposición de revolución a sometimiento es tan miserable como contraponer una manzana con el aparato reproductivo genital masculino y el “la lucha sigue” pretende mostrar al soldado que no se detiene y que continuará luchando en esta causa noble. Ufa. Y claro, clasifica en este género de asesinos del lenguaje las expresiones del vicepresidente. “Ser de derecha es comprar mochilas chinas….o robar”, ser de izquierda “es amar…”, o algo por el estilo o las consabidas y repetitivas expresiones del presidente: “No quieren que un indio gobierne”.

No sé si esas expresiones ganarán votantes. No lo sé, pero sí sé que crean un ambiente de altisonancia discursiva, uso repetitivo de frases, proliferación de muletillas y clisés, además de empleo de consignas revolucionarias, que cancela el pensamiento, anula el diálogo y, como correlato, nos deshumaniza devolviéndonos al año 70.234 a.C.

//*DIEGO AYO SAUCEDO ES POLITÓLOGO, INVESTIGADOR SOCIAL Y DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN VICENTE PAZOS KANKI//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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