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Sábado, 20 de Abril de 2024

ARCE CATACORA Y SU CAMBIO DE VIDA DEL PODER AL LLANO

ECONOMÍA | 20 May 2018

MONITOREO (PÁGINA SIETE).- Era un hombre realizado y poderoso hasta que un día de 2017 supo que tenía cáncer en el riñón. Luis Arce Catacora decidía sobre miles de millones de dólares de la economía boliviana y creía ser más afortunado que John Maynard Keynes, porque a diferencia del economista británico, él había podido poner en práctica el modelo que teorizó.

Se refería a sus críticos, entre ellos a los más respetados economistas bolivianos, como “opinadores neoliberales” y les restregaba el aplazo que, según él, habían sufrido junto al neoliberalismo que profesaban. Medios internacionales, como América Economía, lo habían destacado entre los 10 mejores ministros de economía de la región por la solvencia con la que había ejecutado el modelo boliviano.

No hacía ni un mes que había inaugurado el nuevo edificio del Ministerio de Economía y Finanzas en medio de una fuerte polémica porque salió a la luz que el equipamiento incluía alfombras persas (que finalmente no fueron compradas), muebles de diseño y los más costosos lujos tecnológicos. La infraestructura, en la que Arce pudo trabajar apenas 25 días, demandó una inversión de 104,3 millones de bolivianos.

Entonces tuvo que dejarlo todo y viajar a Brasil para tratarse la dolencia que, a sus 54 años, marcó un antes y un después en su vida. Se marchó “sacrificando todo lo que tenía que sacrificar” porque “de qué sirve tener bienes si uno no tiene salud”, reflexiona un año después.

Luis Arce fue ministro de Economía durante 11 años y medio, tiempo en el que durmió poco, se estresó mucho y siguió el ritmo del presidente Evo Morales, como pocos pudieron hacerlo.

En 2007, médicos cubanos le dijeron que si quería durar en el cargo debía cambiar su estilo de vida. Le recomendaron dejar el café, las grasas y el alcohol. Y así lo hizo. Siguió una dieta rigurosa, la que combinó con el deporte. Luis Arce es un basquetbolista desde su etapa de colegial.

Para asegurarse de que todo estaba bien, se hacía un chequeo anual “desde la punta de los pies hasta la punta de los cabellos”, en los que no le detectaron nada. De pronto, unos dolores cada vez más intensos le alertaron que algo estaba mal.

“Si hubiésemos tenido médicos más perspicaces lo hubiésemos detectado antes”, dice. Pero no los tenemos. El diagnóstico de cáncer en Bolivia es casi una sentencia de muerte. Y Arce así lo intuyó desde el momento que le dijeron que querían extirparle el riñón.

En Brasil fue sometido a un estricto tratamiento que hizo desaparecer el tumor sin necesidad de extirpar el órgano. “El médico está asombrado de la recuperación que tenemos; es algo que él mismo ha juzgado de un milagro”, señala. Se aventura a especular que, de haber sido operado, “tal vez ya no habría Luis Arce” porque el cáncer se habría extendido más allá del riñón.

Ahora se encuentra en la fase de los controles trimestrales, luego vendrán los semestrales y finalmente los anuales, todo eso con la finalidad de descartar un rebrote de las células malignas, lo que, según habría dicho el médico que le atendió, suele suceder con mucha frecuencia.

Luis Arce luce saludable e irradia optimismo. “Hemos superado el tema que nos aquejaba”, dice, sin mencionar la palabra cáncer en toda la entrevista. Sin embargo, debe cumplir con todo el protocolo, lo que podría tomar entre tres y cinco años.

Arce es docente titular en la carrera de Economía de la UMSA. Incluso siendo ministro dice que sacrificaba dos almuerzos a la semana para continuar con la docencia, a la que retornó ahora que tiene más tiempo libre.

En paralelo, se convirtió en consultor de organismos internacionales que, según dice, le pagan muy bien, lo que le permite seguir solventando su tratamiento que es “caro, muy caro”.

No quiere revelar cifras, pero para dar una idea cuenta que, además de pasajes y hotel, tiene que pagar el tratamiento, el hospital y aparte los honorarios de médicos que -tratándose de Brasil y de profesionales de primer nivel- facturan unos dos millones de dólares al año.

Cuando se fue a Brasil a iniciar su tratamiento, según dice, estaba decidido a vender su departamento y su vagoneta, pero asegura que recibió tal cantidad de ayuda de la gente, empezando del Presidente, de los ministros y de otras entidades, que no fue necesario deshacerse de sus bienes materiales.
Pero la gente no sólo enviaba dinero, sino también sus oraciones para que el exministro se curara. Arce se reconoce ateo, pero dice que logró sentir la energía enviada desde las distintas cadenas de oración que se hicieron por su salud. “Soy ateo, pero sentí una energía que llegaba hasta San Pablo de los múltiples grupos que oraban por mi salud”, dice ahora agradecido.

El exministro no dejó todo en manos de los médicos brasileños, sino que empezó a consumir productos naturales que le elevaron las defensas, como el noni, la moringa (la planta que Fidel Castro le enviaba a Evo en pastillas), la guanábana, la cúrcuma y la mezcla de bicarbonato con limón. Con la solvencia de un médico autodidacta dice que si no se fortalecen las defensas, las células malignas avanzan y luego se convierten en tumores. Como prueba de que este tratamiento funcionó, cuenta que desde que lo inició ni siquiera volvió a resfriarse.

Una vida sana, un tratamiento de primer nivel en Brasil y productos naturales hicieron el milagro para un ateo. Pero, nada de eso sería posible sin el deseo ardiente de vivir. Cuenta que cuando supo que tenía “esa enfermedad”, vio derrumbarse de dolor a sus hijos, su esposa y a su mamá. “Me dije, no me voy a dejar vencer con esto”.

Hasta ahora se puede decir que lo logró. Tal es así que está lleno de planes, incluso empresariales. Tiene cuatro ideas para emprender y tiene la certeza de que pondrá en práctica al menos dos de ellas junto a su familia, “para no depender de ninguna fuente estatal, porque cada vez que trabajamos en el Estado nos observan”.

Hace algunos meses, las noticias de diversos medios hablaban de los parientes en el poder. Figuraban en esa lista la esposa de Arce, Lourdes Durán Romero, como subgerente regional de banca, empresas y Pymes del Banco Unión, y dos de sus hijos como funcionarios de YPFB y de la ANH. De hecho, existen declaraciones juradas de ambos ante la Contraloría de 2015 y 2016, respectivamente.

En aquella ocasión, Arce afirmó que su esposa se encontraba en ese puesto por sus méritos. “No es malo que la familia trabaje, si reúne todos los requisitos que un puesto requiere, por qué no puede trabajar, malo es que a dedo se nombre un cargo”, dice Arce esta vez a Página Siete. El presidente Evo Morales piensa igual.
Luis Arce y Evo Morales piensan igual en casi todo, más aún si de economía se trata, aunque en la relación de ambos no faltaron discusiones y “retadas”. La primera tensión ocurrió en 2006 cuando Evo quería cumplir una promesa electoral de duplicar el salario mínimo y Arce hacía números para convencerlo de que no era posible porque los hidrocarburos no habían sido nacionalizados aún.

Arce es un duende, como esos personajillos de cuento que toman la casa y se apropian de ella. La alusión sale porque el exministro fue integrante de un grupo de socialistas llamado Los Duendes, que desde 1999 analizaba la realidad cada miércoles. Rememora que mientras Francis Fukuyama teorizaba sobre el fin de la historia, Los Duendes analizan qué vendría después de la debacle del capitalismo.

A ese grupo solía ser invitado Álvaro García Linera quien, una vez convertido en candidato vicepresidencial, invitaría a Los Duendes a formar parte del equipo que elaboró el programa del MAS el año 2005.

A Arce le tocó trabajar con un viejo conocido: Carlos Villegas, quien había sido su tutor de tesis y con quien elaboró el plan económico que luego le tocaría ejecutar. Pese a su estratégica misión, no estrechó la mano de Evo sino hasta el día de su posesión como ministro de Hacienda.

Luego, como si fuera un profesor (aunque Arce no utiliza esa palabra para referirse a su relación con Evo), le tocaría hablarle al Presidente del PIB, de las reservas internacionales, de la inflación. Arce califica al mandatario como “una esponjita” para aprender y se enorgullece de que haya logrado hablar con la solvencia de “un estadista”. El propio Evo, en cierta ocasión después de un discurso lleno de variables económicas, le habría preguntado: ¿cómo lo hice profesor? Arce sonríe satisfecho.

La relación entre ambos era -sigue siendo, dice él- muy estrecha. Evo Morales pareció haber derramado alguna lágrima aquel 26 de junio cuando despidió a Arce para que fuera a Brasil a tratarse del cáncer.

Se fue pero, según dice, nada cambió en el Ministerio de Economía porque él dejó un equipo sólido integrado, fundamentalmente, por sus exalumnos de la UMSA y de otras universidades. “Se conoce al buen jefe cuando se va y todo está igual o mejor. Ahí me voy contento porque lo están haciendo bien”, dice Arce como si realmente no iría a regresar al Gobierno. “A mí me encantaría volver”, aclara, pero le prometió a su familia cumplir con todos los controles que los médicos indiquen.
Arce recuerda sus inicios en el Banco Central de Bolivia, donde ganaba 400 bolivianos de sueldo y se llena de orgullo al contar que estando en esa institución recibió el primer piropo del Fondo Monetario Internacional (FMI); el vilipendiado fondo, se podría agregar. Luego vendrían muchos piropos de quienes creen que Arce teorizó y ejecutó un exitoso modelo económico en Bolivia. Sus detractores, en cambio, sostienen que la bonanza boliviana se debió a los altos precios de las materias primas que los despreciados neoliberales dejaron descubiertas en el país.

Arce es el hombre de la economía boliviana de la última década, de eso no hay duda. Es también “superluchito", ese dibujo creado por sus colaboradores, quienes lo muestran como genio de los números. Pero, sobre todo, es un hijo, un padre y un esposo que lucha por su salud.

//FUENTE: PÁGINA SIETE//

Titular original: “Ateo y poderoso, Arce llegó a creer en la energía de la oración” 

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