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Viernes, 19 de Abril de 2024

Escribe Mónica Olmos Campos

Aprendimos…

OPINIÓN | 24 Ene 2022

A una semana de iniciar clases escolares vale la pena recapitular, aunque sea de manera apretada, los avances que se dieron en el ámbito de la educación en Bolivia.

Quiero pensar que la pandemia marcó un antes y un después en la educación. Un día, de repente, nuestros hijos dejaron de asistir a sus colegios y la comunidad educativa tuvo que arreglárselas para no parar. A unos les fue mejor que a otros mostrándonos dolorosas desigualdades; enormes brechas en términos tecnológicos, de conocimiento, de infraestructura, de flexibilidad curricular, de perfil docente, de autonomía administrativa y económica, de calidad educativa y de visión país, incluso.

La pandemia mostró la realidad que nadie quiere ver: una Bolivia que está muy lejos de preciarse de tener una sola calidad educativa y, por tanto, de acceder a las mismas oportunidades. ¿Estudiantes de primera y de segunda clase? Sí.

Desde estas letras mucho nos hemos quejado. Y no era para menos, ¿no creen? Hemos vivido la peor de la situación: clausuramos el año escolar cuando se iniciaba el segundo semestre del 2020; “descubrimos” un magisterio politizado, adoctrinado y contrario a todo; nos “estampillamos” contra una dirigencia de padres de familia cuya única propuesta fue “exigimos entre el 50 y 70% de descuento en las pensiones escolares”; constatamos que nuestros docentes no sabían nada, pero nada de TIC ni de TAC; encontramos estudiantes incapaces de autorregularse; y también evidenciamos que las políticas educativas y las prácticas pedagógicas nos mantenían en el retraso académico absoluto (prohibir el uso del teléfono celular en aulas nos pasaría factura, porque muchos de nuestros hijos tuvieron que aprender de -0 a pasar clases precisamente con un celular). Mucho podemos seguir escribiendo sobre los tumores de la educación en el país, pero no; hoy voy a ser menos tóxica. Voy a destacar aquello que aprendimos en estos difíciles tiempos covidianos.

Lo que hay que observar de este tema:

1. Aprendimos que no es necesario madrugar y castigarnos haciendo largas filas para inscribir a nuestros hijos. Descubrimos que los podemos incluir en el sistema desde la comodidad de nuestras casas, oficinas o desde un punto/centro de internet. ¡Oh maravilla! Ya nunca más levantarnos a las 5:00 para que a las 7:00, con suerte, el portero comience con la repartija de papelitos y más papelitos. Hemos aprendido a inscribir a nuestros hijos por internet, aunque todavía de manera algo rudimentaria y burocrática, pero… algo es algo, dicen, y esto es un gran avance, créanme.

2. Muchos de nuestros maestros han incorporado a su perfil docente importantes competencias tecnológicas y de comunicación; tenemos profesores que ahora saben usar plataformas educativas donde pueden gestionar sus aulas virtuales, acceder a material didáctico escrito y audiovisual diverso, a contenidos y bibliotecas virtuales abiertas, y a programar su sistema de evaluación y calificación como si nada; es decir, han desarrollado una serie de habilidades en el ámbito de la tecnología educativa enriqueciendo de manera sustanciosa su perfil competencial.

3. Los Directores de escuela y Rectores Universitarios aprendieron a digitalizar sus procesos académicos y administrativos. ¡Importantísimo! La escuela, en todos sus niveles, se ha modernizado y ha comprendido que, de pronto, muchos procesos no eran necesarios o eran tediosos y anticuados, que podían ser más eficaces (y que lo son, con seguridad). Hubo todo un aprendizaje en términos de gestión educativa que ha incidido en la atención al cliente (el estudiante), optimizando los procesos de comunicación e información, de registro, de gestión curricular y planificación académica, de cobranza y demás. Esto deja un aprendizaje significativo por el impacto que tiene en su gestión del tiempo y recursos, haciéndolas más eficientes y enfocadas en el cliente.

4. Más de un gestor educativo descubrió aquello que ya es tendencia en el primer mundo: La educación cien por ciento en línea. Bolivia comienza a investigar, teorizar y descubrir desde la misma experiencia empírica modelos académicos en red, completamente digitalizados; inicia una etapa que le traerá beneficios a las instituciones educativas, pero, sobre todo, a los demandantes de este servicio.

5. Hemos descubierto que la infraestructura educativa, cuando está llena de pupitres, puede ser fácilmente reemplazada. A pesar de contar con enormes campus y una infraestructura completa cerrada por la pandemia, la educación no ha parado (en algunos casos sí). Los espacios físicos de colegios y universidades se han convertido en enormes elefantes blancos, convocándonos a reflexionar sobre el uso que les habíamos dado hasta antes de marzo del 2020. Hoy sabemos que las aulas deben estar llenas de computadoras y simuladores, que valen más los laboratorios, talleres y centros de experimentación que las aulas tradicionales con pupitres. A partir de ahora, la infraestructura educativa deberá servir para el aprendizaje práctico, para la experimentación, para la expresión corporal, para las artes, los idiomas, para desarrollar el conocimiento tecnológico.

Convirtamos las aulas en laboratorios y talleres, ya no más pizarras y bancos; nunca más los dictados con subrayado rojo.

6. Aprendimos que los estudiantes no pueden ser estudiantes si no saben autorregularse: Si no saben organizar su tiempo, su voluntad, sus prioridades; si no saben manejar su paciencia, su tolerancia, su disciplina, su honestidad. El currículo y los profesores deben concentrarse en el estudiante y buscar más allá de un aprendizaje centrado en la suma, la resta, la tilde y la coma. Debemos enseñarles a autogestionarse como estudiantes y como ciudadanos de bien.

7. Aprendimos que el aprendizaje no es cuestión de llevar el cabello corto o largo, las medias blancas o verdes; nos dimos cuenta de que las carátulas se pueden obviar, que los cuadernos se los puede reutilizar, que los forros de las carpetas no deben ser de un color específico. Por el contrario, nos dimos cuenta que nuestros estudiantes pueden aprender en pijama, con el pelo largo, sin calcetines y mordiendo una manzana. Sí, aprendimos que el aprendizaje está en un buen diseño de aula, en un maestro apasionado, en un contenido útil, en una actividad divertida y retadora. ¡Mierda que aprendimos!

8. Descubrimos las bibliotecas digitales de libre acceso, descubrimos los recursos de autor de uso gratuito para la enseñanza de matemática, lenguaje, historia, inglés y mil materias más; descubrimos decenas de recursos didácticos lúdicos, también gratuitos, para hacer más entretenida y práctica la clase; descubrimos que el YouTube había sido un gran aliado para aprender historia, geografía, física, química y lo que uno quiera; descubrimos la genialidad de influencers que sin haber cursado el PROFOCOM son geniales para enseñar astronomía, lógica y física cuántica. Y los hicimos nuestros aliados de clase.

Señoras, señores, jóvenes y señoritas, hemos aprendido mucho. Pero, sobre todo, aprendimos que otra forma de hacer educación es posible cuando hay voluntad, pasión y creatividad. Aprendimos, finalmente, que necesitamos sentarnos a escribir nuestros aprendizajes, también nuestros errores. Aprendimos que la cooperación es la clave en educación, que el compartir nuestras experiencias es parte de nuestra responsabilidad como educadores. Aprendimos también a valorar lo que tenemos y a cuidarlo.

Ojalá hayamos aprendido también a reclamar, con argumentos de la razón, aquello que en ley nos corresponde porque si hay algo que no podemos aprender es a soportar vivir en diferencias e indiferencias, a tener ciudadanos de primera y de segunda, a tener más de una calidad educativa.

//*MÓNICA PATRICIA OLMOS CAMPOS ES COMUNICADORA SOCIAL Y DOCTORA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//

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