Escribe: Andrés Gómez Vela

“La salud como derecho a la vida”

A.G.V.

OPINIÓN | 7 Ene 2018

El día que nació Serafina murió su madre a sus 17. La partera no pudo lidiar con las complicaciones del desembarazo. En el pueblo, se limitaron a decir que un “sajra” se llevó a Hortencia a la hora fijada por el destino. Serafina casi repite la historia de su madre si no hubiera sido por el médico del pequeño hospital que fue construido a mediados del 90 del siglo pasado.

Sin embargo, si bien eludió la muerte temprana, su suerte no fue tan diferente porque nunca tuvo un empleo con todas las de la ley; tampoco tierras para dedicarse a la agricultura o unos pesos para montar algún negocio. Ella se dedicó a trabajar duro en casa, a criar a sus cuatro hijos, lavar y cocinar para el esposo que encontraba empleos eventuales de sobrevivencia. Ninguno de los niños acabó el colegio, todos migraron adolescentes a las ciudades sin porvenir asegurado. Serafina murió a sus 38 años. En el pueblo, sólo dijeron que otro “sajra” se la llevó a la hora señalada por el Señor.

El derecho a la vida comienza en la decisión informada de mamá y papá para tener un bebé. Esa decisión tiene que ser acompañada por un Estado que establezca las condiciones materiales de realización del derecho estipulado en la ley. Dicho de otro modo, no basta registrar el derecho a la vida en la Constitución y evocarlo en momentos de crisis de salud, sino tener el personal, la infraestructura y el equipamiento necesarios para que el artículo no se quede en el papel.

Para ese contexto, la pareja debe tener un empleo, trabajo o actividad que le permita gozar de un seguro de salud, no sólo para curarse, sino para prevenir. Paralelamente, la mujer embarazada y el bebé en camino deben tener prioridad en su derecho a la alimentación, no por gracia de un gobierno, sino por las condiciones dadas por un Estado, que se obliga a fomentar la creación de fuentes laborales o actividades rentables.

Una madre bien alimentada traerá un bebé sano y con un mayor coeficiente de inteligencia; por tanto, con más posibilidades de éxito en la escuela, en la universidad y en la vida. Un niño o una niña que crece viendo a su médico que cuida de su salud, desde su nacimiento hasta que sea mayor de edad, tendrá mayores probabilidades de asegurar condiciones materiales y espirituales para su familia.

El derecho a la vida está íntimamente ligado al derecho a la salud y éste, al derecho a la alimentación, y el resto, al derecho al trabajo. En estas circunstancias, el Estado se constituye en garante de la cristalización de esos derechos, no creando de forma directa empleos o medios de producción, sino generando condiciones para que la iniciativa privada active fuentes de trabajo con todos los derechos sociales y económicos; o abriendo y entrelazando mercados para las economías particulares.

Pero los hospitales y la investigación médica deben ser parte de la política central de los diferentes niveles de Estado. No basta construir infraestructuras de cemento e inaugurarlas; la tarea debe ser completada con personal capacitado y equipos médicos suficientes como para resolver la demanda de la población, según necesidades regionales o municipales.

Hortencia hubiera seguido viva y hubiera sido feliz si habría tenido acceso a la salud; Serafina también, porque la salud es la base de la felicidad.

Un Ejército con armas ultramodernas no hace feliz a la sociedad; tampoco un gobernante que ostenta lujo a diario; menos un político que convoca al odio y a la guerra para reproducirse en el poder; lo que sí hace felices a las personas es la salud.

Por eso, la sabiduría popular, en cada ocasión propicia, manifiesta: “Te deseo salud ante todo, con salud se hace todo, aunque pobre, pero sano”.

Cuando no mueran más Hortensias ni Serafinas por negligencia estatal o gubernamental, la sociedad concertará la figura de la negligencia o mala praxis médica con la rigurosidad adecuada. Ya no habrá excusas y la salud dejará de ser un negocio lucrativo e inhumano.

//*ANDRÉS GÓMEZ VELA ES PERIODISTA Y ABOGADO//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//