Escribe Carlos Armando Cardozo

Los guardianes de la verdad

Escribe Carlos Armando Cardozo

OPINIÓN | 14 Feb 2021

Hace ya varios años en la Universidad, un docente en la carrera de Economía a quien guardo mucho respeto y admiración nos preguntó lo siguiente: ¿Cuándo uno de ustedes le da limosna a un mendigo, que es lo que obtiene cada parte de esa transacción?, en clara alusión a la economía y como esta se manifiesta en todos los espacios habidos, por más inverosímiles que estos puedan parecer.

A pesar de los múltiples intentos de la clase, uno tras otro falló irremediablemente al tratar de responder una pregunta a priori obvia, mientras tanto el docente con una sonrisa cargada de picardía nos dejó en suspenso con la respuesta aún pendiente.

Esta anécdota me lleva a reflexionar sobre el rol de los economistas en Bolivia, muchas personas los confunden con administradores de empresas o ingenieros comerciales, contadores o auditores, al final llegan a la conclusión que un economista sabe de todo un poco, y esa miscelánea de conceptos pone en ascuas a un estudiante sobre qué es lo que le espera al graduarse en Economía.

Por mi parte, prefiero manejar un rol particular de los economistas en el país, un economista ocupa una posición intermedia entre la clase política y la ciudadanía. Su principal función es limitar el discurso prebenda, la demagogia y las promesas vacías de la clase política en todos sus espectros izquierda, derecha, medio, arriba y abajo. Brindar información consistente, basada en una realidad palpable que estos mercaderes y artistas del convencimiento pretenden vender endulzando los oídos de la ciudadanía desprevenida.

La noble labor de desenmascarar y desarmar a los políticos tiene un valor intrínseco que los economistas subestiman, me permito compararla con una vocación, una vocación con la verdad y que esta permita a la sociedad tomar libremente las decisiones cotidianas propias de la vida de una persona común y corriente.

Ser el “filtro” que permita a la sociedad no contaminarse con fundamentalismos ideológicos, prejuicios sociales y la desesperanza de lo incierto que permite a los políticos no solo surgir sino multiplicarse, en paralelo demandan más y más espacios a favor de la Administración Pública dentro de este plan maestro de “reproducción del poder”.

Bolivia padece de una contaminación política en sus bases más sensibles, la política ha llegado a la familia, como un factor que separa la sociedad en colores políticos, una lógica de amigo - enemigo, sin lugar a discusión, el disenso se convirtió en un privilegio en un ambiente alienado de odio, traición y revancha propio de los nuevos “trovadores de la utopía” que dicen ser líderes.

Ahí la economía deja de tener esa etiqueta de fría disciplina, para tornarse cálida, volver a esa calidad de ciencia social, retornar a sus raíces humanas. La ciencia más allá de analizar la economía a través de la evidencia exacta y estadística, centra su atención en la forma en que las personas lidian con la escasez y los incentivos, personas de carne y hueso en su calidad de consumidores en el mercado, al frente de las empresas, o dentro de la función pública como Gobierno.

Al final del día, son las personas, tan complicadas, tan impredecibles, tan aleatorias en su comportamiento que hacen que cualquier intento por controlar, administrar, resolver problemas como el de la “desigualdad” sean inviables, no debido a la impericia de los actores involucrados sino a la ausencia de un enfoque racional, alternativo, filtrado de toda contaminación política, sin rumbo claro.

Poco a poco los economistas mutaron en burócratas, adormilados por el “flujo natural de las cosas”, sin capacidad de reacción, crítica o pensamiento libre. El sistema de la Administración Pública los absorbió y silenció. Sin filtro alguno que se oponga a la “mala política” esta cundió por encima de la razón, por encima de la objetividad, con argumentos banales, superficiales y vacíos bajo un solo objetivo: reproducir los espacios de poder a costa de la administración público.

El ciclo se repite y parece casi irreversible, al ver el nivel en la que la sociedad boliviana lidia con sus problemas, demanda sus necesidades y cae elección tras elección en las garras del populismo (de izquierda, derecha, medio, de arriba y abajo). Sin embargo, aún hay algunos economistas que se dan a la tarea de alzar la voz, probar que el Estado Benefactor no es tan bueno como parece ser y que, a pesar de toda esa propaganda y publicidad, la burocracia ha fracasado totalmente al tratar de reemplazarnos, tuvieron la osadía de hacer creer a la ciudadanía que ellos saben mejor que nadie que es lo que necesitamos para sobrevivir, como debemos vivir, como criar a nuestra descendencia y cuál es el verdadero sentido de la vida. Pero se equivocaron.

El sistema boliviano tiene profundas fracturas, la casta “política” ha llegado al fondo, por lo menos parcialmente, de no hacer nada nos enfrentamos a una caída libre en la calidad de personajes al mando de las instituciones que actualmente influyen en las decisiones más íntimas de nuestras vidas.

Hoy más que nunca necesitamos de los economistas, no dejemos huérfana a la sociedad boliviana, honremos nuestra vocación salvando este país del hambre insaciable de la mala política y sus jinetes del apocalipsis.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN LOZANÍA//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//