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Miércoles, 24 de Abril de 2024

Escribe Mónica Olmos Campos

Caminar Cochabamba

OPINIÓN | 17 Sep 2020

Oh Cochabamba querida, ciudad de mágico encanto…hace 26 meses que te miro desde el Oriente y te añoro y te quiero.

Cochabamba decidió acogerme hace 40 años y yo decidí reconocer ese privilegio entregándole tres hijos y mi eterno agradecimiento.

Le doy gracias por darme la oportunidad de enamorarme de sus montañas, sus molles, sauces y jacarandás; por la calidad de vida que uno encuentra en una ciudad hecha para disfrutar; por enseñarles a mis hijos a guardar los sabores y aromas del mote, del quesillo y la quirquiña, pero, sobre todo, por inculcarles el valor del esfuerzo, el estudio y la exigencia.

Los cochabambinos –nativos e importados– somos así: jodidos, competitivos e inteligentes, dicen por ahí, y es que no por casualidad la Llajta ha parido lo que ha parido en la cultura y el arte, la política, la investigación, la costura, la educación y demás.

Hace unos pocos días estuve de “visita” y con mi esposo decidimos caminar parte de la ciudad en busca de ese reencuentro con sus calles y plazas, sus esquinas y puentes; caminamos La Recoleta, Cala Cala, Aranjuez y otros rincones; sentimos en la piel la caricia de un clima amable que en definitiva es una provocación al cuerpo. En ese recorrido los rostros que miras y te miran se hacen familiares y no haces otra cosa que sentirte en casa… porque estás en ella.

En ese ejercicio casi de sobrevivencia que implica caminar mi ciudad, también advertí la transformación que ha tenido Cochabamba en los últimos años. Y es que nuestra Llajta poco a poco se ha ido quedando atrás por la incapacidad de reencontrar su fuerza productiva; los esfuerzos de unos pocos valientes y decididos han sido insuficientes, y vislumbrar el norte económico que movilice y beneficie a las mayorías se hace un ejercicio complejo.

Caminar Cochabamba es darse cuenta de la falta de visión de sus líderes, de las eternas disputas institucionales, de la llegada masiva de grupos sociales foráneos, de las temerarias y recurrentes amenazas de grupos de choque afines al narcotráfico y el abuso de poder instituido. Caminar Cochabamba es ver una ciudad que no tiene ley ni orden donde la excepción es la norma y el caos comienza a instituirse ante la escandalosa ausencia de autoridad.

La falta de agua, a pesar de los rebalses de Misicuni, la basura como instrumento de chantaje, el comercio callejero en permanente crecida, el polvo y el descuido casi generalizado de calles y avenidas nos hablan de una ciudad abandonada a su propia suerte e inercia.

Caminar Cochabamba es advertir la dejadez de sus autoridades, el silencio de sus instituciones, el oportunismo de ciertos sectores empoderados por alcaldes y gobernadores que han hecho costumbre el loteamiento de espacios de poder con los que amenazan y perjudican este departamento.

El orgullo cochabambino hoy se reduce a su contundente y diversa gastronomía, pero parece que no alcanza para más porque nos hemos olvidado de reflexionarla para reconocer que desde esta tierra se ha hecho educación, salud y tecnología de calidad, tanto que hoy se “exporta” al interior del país y fuera de sus fronteras.

Muchos nos hemos tenido que ir obligados por las circunstancias de encontrar mejor futuro para nuestros hijos; y nos duele, porque el destierro es simplemente doloroso.

Alguien dirá que la movilidad social es un fenómeno natural; sí, seguro lo es, pero eso no sugiere que sea una decisión y un proceso sencillo ni llevadero; sobre todo a la edad que nos toca migrar cuando tus raíces son extendidas y arraigadas. La migración, en esas condiciones, se convierte en un acto de injusticia.

Desde el Oriente donde el sol también brilla, desearle a nuestra amada Cochabamba mejores días. Que la inteligencia y el amor encuentren a los hombres y mujeres capaces de conducir su destino; que llegue pronto el cambio y con éste la cordura y la certidumbre de una Cochabamba viable y posible para nuestros hijos y nietos. Que caminar Cochabamba sea para agradecer haber vuelto a una ciudad de trabajo y esfuerzo reconocido, pero, sobre todo, donde todos la tratemos con amor y agradecimiento.

No sé si felicitarte por tu nuevo aniversario cívico en estas condiciones mi Cochabamba; lo que sí sé es que deseo con máximo fervor que tengas mejores tiempos.

//*MÓNICA PATRICIA OLMOS CAMPOS ES COMUNICADORA SOCIAL Y DOCTORA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//

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