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Jueves, 25 de Abril de 2024

Escribe Maggy Talavera

Raúl lo dijo hace más de un lustro

OPINIÓN | 26 Ene 2020

En abril de 2014, el periodista Raúl Peñaranda se dio el trabajo de detallar en un libro las maniobras que venía realizando el gobierno de Evo Morales para apropiarse de todos los medios de comunicación que le fuera posible y necesarios para consolidar uno de sus más ambiciosos proyectos partidarios: una red paraestatal dirigida al control de la información y al policiamiento de toda manifestación de ideas o pensamiento.

Control remoto fue el nombre dado por Raúl al libro que tuvo nomás buena prensa, pero a cuyo contenido no le dimos la importancia debida. La mejor prueba de ello es que han tenido que pasar más de cinco años para que lo denunciado allí por Peñaranda comience a tomar cuerpo.

Solo ahora, caído el gobierno de Morales, parece que la clase política y la de los propios periodistas comienzan a ocuparse en serio del tema. Solo ahora se percibe un interés bien marcado para ir a fondo en la investigación de una denuncia que debió ser considerada prioridad en el momento que Raúl la hizo pública. Prioridad, porque se trataba no solo de una cuestión de negocios.

La apuesta de la cúpula masista amenazaba la vigencia plena de derechos fundamentales, entre ellos el de la libertad de expresión y de prensa, pilares de cualquier sistema democrático. Peñaranda abundó en detalles y argumentos que no dejaban dudas sobre las intenciones de Morales y compañía. Expuso el modus operandi de una cúpula que no dudó en recurrir a métodos mafiosos para hacerse de diarios, redes y canales de televisión, logrando su cometido ante la pasmosa pasividad y tolerancia de muchos, además de la complicidad criminal de actores claves en la actividad de la prensa.

Las páginas de Control Remoto están llenas de pruebas, de nombres y cargos de quienes articularon y operaron la cooptación o apropiación de medios. No fue solo PAT, cuyo caso copa hoy la agenda informativa gracias a la actuación directa de al menos dos ministros del actual gobierno de Jeanine Áñez, el de Gobierno y la de Comunicación. Ambos están ahondando en las investigaciones hechas por Peñaranda en 2013, confirmando abusos y operaciones criminales que le permitieron al régimen de Morales controlar la agenda no solo de un puñado de medios de comunicación. Pero el abuso se dio no solo con PAT. En la lista entran también ATB, Full Tv, el diario La Razón y la publicación Extra, todos ellos sometidos a cambios forzosos de propietarios, la mayoría a cambio de nada. Todos ellos parte de la red de medios paraestatales, como los denominó entonces Raúl, dirigidos por periodistas que se prestaron al vergonzoso rol de operadores del control político.

¿Por qué no hubo en su momento una reacción en contra de esa apropiación abusiva de medios por parte de la cúpula masista? ¿Por qué callaron los atropellos y las extorsiones hoy confirmadas todas las víctimas de esa cúpula? La respuesta es la misma que venimos escuchando de parte de otros actores de la sociedad civil, sobre todo empresarios: miedo a las represalias violentas a las que estaba acostumbrada esa cúpula, la que actuaba con descaro ante la seguridad que tenía de que gozaría de impunidad total. El gobierno de Morales tenía control absoluto sobre el sistema judicial, es cierto. Pero, ¿cómo Raúl pudo hacerlo, bajo esas mismas condiciones? ¿Cuál la diferencia entre un periodista, al que el acoso del gobierno de Morales le había costado ya una renuncia laboral, y unos dueños de medios silenciados por el atropello? Es una pregunta a la que es difícil acertar con una sola respuesta, aunque me atrevo a esbozar una opción: el periodista arriesgó su pellejo por un valor intangible, la información, algo que para la mayoría de los empresarios solo es una mercancía más, negociable como cualquier otra, por la que no valía arriesgar todo.

Me quedo con esta lección, repasada hoy después de cinco años de haberla recogido del libro de Raúl. Los medios de comunicación son apenas un negocio más para muchos empresarios y políticos, incluso para no pocos periodistas. Un negocio en el que la noticia, la información, es un bien de compra y venta. ¿Habrá cambiado algo ahora?

//*MAGGY TALAVERA es periodista y directora de Periodismo sin Photoshop//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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