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Viernes, 19 de Abril de 2024

Escribe Iván Arias Durán

No equivocarse: las tareas que se vienen

OPINIÓN | 3 Dic 2019

Los factores de poder han cambiado. Vivimos el comienzo de otra época y, por lo tanto, de nuevos desafíos, y de la construcción de nuevos paradigmas. La democracia consensual y la construcción del bien común son los pilares de esta nueva época.

Ya no se puede entender la democracia al estilo azul; es decir, sólo como un instrumento para llegar al poder y desde allí minarla para apoderarse de todas las instituciones, y doblegarlas al servicio del caudillo iluminado y predestinado a gobernarnos, cual si fuera un inca. La democracia consensual busca que la misma sea estratégica, operativa y negociadora para que, en función del bien común, se hallen soluciones, y resultados.

La democracia consensual, en lugar de hacer prevalecer las mayorías circunstanciales en la toma de decisiones, busca consolidar las decisiones vía la inclusión de las minorías y, a partir de ello, iniciar la negociación abierta y transparente, porque no se trata de hacer negociados, sino pensar, y buscar soluciones en función del bien común.

En países plurales como el nuestro (Arend Lijphart, Modelos de democracia, 2000), la democracia consensual busca un amplio acuerdo sobre las políticas que el gobierno debería seguir e, inclusive, una amplia participación en su ejecución y evaluación. Mientras la democracia de mayorías es excluyente, competitiva y de confrontación, el modelo consensual se caracteriza por la inclusión, el pacto, y el compromiso.

Debemos buscar “el consenso en lugar de la oposición, que incluya más que excluya y que intente maximizar el tamaño de la mayoría gobernante en lugar de contentarse con una mayoría escasa” (Juan J. Molina,2010). Desde mi punto de vista, la democracia consensual es la democracia del bien común.

Bajo este paraguas, el desafío del nuevo proceso que iniciamos los bolivianos desde las urnas, las calles, las banderas, las pititas, el himno, la oración y los cabildos es gigantesco. El actual gobierno de transición, como ya se ha dicho cientos de veces, tiene tres tareas simultáneas:

Pacificar el país, convocar a elecciones y poner en marcha la nave del Estado. La pacificación ha llegado más rápido de lo esperado. La salida del tirano, que pensamos sería sangrienta y con mucho dolor y luto, no fue así, porque, a no dudarlo, primó el bien común. La emergencia de corrientes y lideresas/líderes democráticos en el seno del MAS permitió demostrar que las grietas entre bolivianos son más aparentes que reales. Tenemos millones de razones que nos unen contra unas cuantas miserias que nos separan.

Los bloqueos y amenazas de confrontación entre bolivianos se fueron disipando conforme los necrófilos de la política sacaron a luz sus verdaderas intenciones: perpetuarse en el poder sobre la base de la mentira, el odio y la muerte. Los pactos vecinales, los acuerdos entre comunarios y vecinos y los ampliados democráticos permitieron llegar a acuerdos que resaltaban que tenemos más factores que nos unen que los que nos dividen.

La presencia policial rebasada, pero fortalecida por la salida de las Fuerzas Armadas, ayudó a restituir la autoridad del Estado y la definitiva reconciliación entre policías y militares, y de todos estos con su país. Policías y militares tienen el desafío de no matar esta alianza con su pueblo. Combatan la corrupción y respeten su institucionalidad.

La imagen de la presidenta del Estado, Jeanine Añez, junto a la presidenta de la cámara de Senadores, Eva Copa, resume aquello de lo que somos capaces los bolivianos: a partir de la crisis, sacar lo mejor de nosotros. La Ley de Régimen Excepcional y Transitorio para la Realización de Elecciones Generales es el resultado de intensas jornadas de presión y consensos que parecían imposibles. La promulgación de esa Ley demostró que estamos en manos de las mujeres, ayer, hoy y siempre.

La nave del Estado está funcionando. La Presidenta y los ministros, con gran capacidad de gestión pública, le han demostrado al país que no hay insustituibles. Es tarea de los actuales gobernantes demostrar y denunciar los actos de corrupción de la noche azul, pero también mostrar resultados.

La gente no come denuncias. La gente quiere confianza y oportunidades. Los actuales gobernantes transitorios están ante la tarea de paralizar (lo que esté malo), reformar/impulsar lo que se pueda y sentar las bases de un cambio de matriz económica, social y política.

Siguiendo la construcción del bien común, por ejemplo, la UPRE y el Evo Cumple, FPS y FNDR deberían dejar de ser máquinas de paralelismo con los gobiernos locales y de corrupción de dirigentes, para pasar a ser el mecanismo de coordinación intergubernamental.

Proyectos gigantes como el hub de Santa Cruz o el tren metropolitano de Cochabamba deberían ser ajustados. Nadie se cansa, nadie se rinde. El futuro es nuestro.

//*IVÁN ARIAS DURÁN es consultor, analista y activista político//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//
 

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