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Miércoles, 24 de Abril de 2024

Escribe Carlos Armando Cardozo

LA DOCTRINA ESCOBAR

OPINIÓN | 13 Nov 2019

Las declaraciones de Carlos Romero en un afán de atacar al líder cívico Luis Fernando Camacho tomó como referencia al famoso narcotraficante Pablo Escobar haciendo una clara apología al delito.

Sin embargo, lo que el Ministro no reconoce es que el MAS como organización política guarda grandes semejanzas con la organización criminal de Pablo Escobar en cuanto a su estrategia de administración y reproducción del poder.

Para tal efecto citaré algunos elementos expuestos por Gustavo Duncan en su trabajo “Una lectura política de Pablo Escobar” (publicado en Revista Co herencia, Vol. 10, N°19 julio-diciembre 2013).

Duncan señala a raíz de la definición Weberiana de poder (“la probabilidad que tiene A de que B haga algo que de otro modo no haría”) esta se torna aún más difícil en sentido que requiere de una coordinación de recursos y actores organizados en A para generar el poder efectivo sobre B. Las relaciones internas en A y B implican sectores dominantes y aquellos dominados y aquí es donde Pablo Escobar a través del capital generado, primero del contrabando y luego del narcotráfico, supo construir una estrategia para reclamar nuevos espacios de poder.

Medellín antes de Escobar era una ciudad con una economía formal insipiente, insuficiente de absorber la necesidad de la creciente población migrante que se apostaba en laderas y otras zonas populares con condiciones de vida paupérrimas, las pocas industrias estaban destinadas a la quiebra, el comercio de bienes de contrabando se convertía en una tabla de salvación para los sectores más necesitados, frente a una reducida clase acomodada que conservaba ciertos privilegios en comparación con el conjunto de la sociedad “paisa”.

Escobar compró empresas en quiebra y mantuvo los puestos de trabajo de muchos asalariados, inyecto capital en nuevos negocios generando fuentes de empleo “formales”, la demanda de nuevos bienes y servicios que otrora hubieran estado solamente disponibles para los sectores más acomodados fueron provistos por “el patrón” a una Medellín que volvía a brillar. Los sectores más empobrecidos carentes de viviendas apostados en basurales y laderas sin servicios fueron trasladados a viviendas sociales construidas por Escobar (barrio Pablo Escobar Gaviria) se construyeron canchas para los jóvenes, se regaló dinero y distribuyó alimentos todo con el único objetivo de proyectar una imagen pública diferente a la que muchos capos del narcotráfico tenían ante la sociedad. Escobar lo había logrado, sustituyó al Estado y para todas esas personas beneficiadas directa o indirectamente de los capitales del narcotráfico y la protección de la mafia (el uso de la violencia privada como medio de coerción) él no era un criminal cabeza de una de las organizaciones más peligrosas del mundo, era un legítimo Jefe de Estado.

Escobar penetró también las estructuras políticas e institucionales, aquel con aspiraciones políticas debía acudir al voto de las masas populares atendidas con el capital del “Patrón” para promover sus candidaturas y garantizar el triunfo electoral, el costo claro esta se materializaba posteriormente en su total obediencia y cooperación hacia la mafia y sus intereses. Está de más de decir que la institucionalidad servil bajo el poder del capital y la protección de la mafia hacían que el control y dominio sobre el territorio sea completo, incluyendo instituciones como la Policía Local. La “paz” estaba garantizada y el orden siempre y cuando la clase dominada se mantuviera así, y no interfiriera con el rol que le tocaba desempeñar en el esquema de Escobar.

Ahora bien, el Gobierno de Morales llego a imponerse bajo un sistema de clientelismo similar, aunque menos diversificado que el de Escobar, Morales llegó al poder en una situación de convulsión social donde logró capitalizar el voto de varios sectores no necesariamente unificados sino más bien aglutinados en contra a un sistema de partidos políticos tradicionales.

Su bastión fue el Chaparé desde donde empezó a irradiar su liderazgo para conducir a todos los sectores descontentos con el Gobierno de Sánchez de Lozada. Ostentaba la protección privada desde las organizaciones sindicales ligadas al cultivo de la hoja de coca en el Trópico Cochabambino, mismo que se volcaría en marchas, bloqueos y enfrentamientos con las instituciones del Gobierno.

Una vez tomo el poder Morales tenía bajo su mando el monopolio de la fuerza (militar y policial) ampliando su capacidad de coerción de las bases cocaleras del trópico y grupos campesinos. Los líderes políticos nacientes vieron en el partido de Morales una forma de ganar espacios de poder con facilidad bajo el mismo coste que en el sistema Escobar, la disciplina y total cooperación cuando se requiriese alinear las instituciones a los objetivos de la mafia.

El capital del Gobierno a disposición de Morales fue utilizado para financiar programas como Bolivia Cambia Evo Cumple, programas de Vivienda Social e Infraestructura Productiva con el único objetivo de penetrar entre los diferentes niveles organizados en B (Sectores populares del área rural). Bonos y Transferencias a los sectores populares permitieron generar un clientelismo directo, mientras que los empleos en torno a las Empresas Públicas generaron un lazo de dependencia directo diferente a la experiencia de Escobar en Medellín, que fue más sutil en ese aspecto.

Morales sumo dentro de su poder coercitivo al sistema judicial, la persecución de líderes y autoridades a través de jueces y fiscales fortaleciendo B sin embargo los esfuerzos por generar legitimidad en nuevos sectores que componen A que no hayan sido beneficiados directamente por los mecanismos mencionados anteriormente no fueron suficientes. Por lo tanto, una virtual salida de Morales al mando del poder generaría el respaldo activo solamente en una pequeña porción de la población.

Morales tuvo lo que Escobar tanto añoraba: el poder del Estado (B), sin embargo, pensó que este sería suficiente para ampliar su legitimidad y el respaldo de A (Sociedad Civil); hoy Morales sin el dinero y respaldo popular que Escobar gozó en su momento, afronta sus días más oscuros más allá de lo que Romero pueda pensar, Morales y Escobar comparten el mismo camino y por la naturaleza de sus acciones comparten el mismo destino.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA es economista, máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático y presidente de la Fundación Lozanía//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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