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Sábado, 20 de Abril de 2024

Escribe Carlos Armando Cardozo

Informalidad disimulada

OPINIÓN | 1 Ago 2018

Hace algunos días el país conoció los resultados de un estudio realizado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) donde ponía a Bolivia en el primer lugar de economías informales en el mundo. Los economistas Leandro Medina y Friedrich Schneider, autores del estudio, afirman que Bolivia tiene una economía informal que representa el 62,3% del Producto Interno Bruto (PIB) por encima de la media mundial de economía sumergida en la informalidad de 30,9% que representa a 158 países estudiados.

Las repercusiones no se hicieron esperar, la Ministra de Planificación, Mariana Prado, consultada al respecto señalaba que los términos de economía informal y formal no representan la óptica que utiliza actualmente el Gobierno de Morales a la hora de analizar la economía nacional. En un contexto de economía plural el análisis va más allá de la informalidad, posteriormente Prado afirmo que el Gobierno no tiene datos sobre la economía informal en Bolivia, siendo el único indicador que se tiene a la fecha aquel que verifica la cantidad de empleo asalariado y no asalariado.

De la misma forma y casi siguiendo el argumento de la Ministra Prado, el director del Instituto Nacional de Estadística (INE), Santiago Farjat, desestimaba el estudio realizado por el FMI, señalando nuevamente que, en el contexto de economía plural de Bolivia, compuesta por la economía corporativa, comunitaria, privada y pública, hace que tengamos en el país una economía bastante amplia. Las categorías utilizadas por el FMI son bastante cerradas y lo que debería evitarse es formalizar a la economía informal de acuerdo a Farjat.

Lo cierto es que ambas intervenciones no hacen más que maquillar un problema real que el Estado boliviano no ha podido resolver, pero ¿por qué este problema debería preocuparnos? Simple, existe un efecto multiplicador en la economía que hace que la “formalidad” pueda dinamizar las actividades productivas de un país en contraposición a la “informalidad”.

¿Qué involucra una economía formal? La generación de recursos a través de la recaudación tributaria, el pago de un salario a los trabajadores con todas las prestaciones laborales y aportes a la jubilación por ende una mejor calidad de vida de la población económicamente activa y sus familias. Sin embargo, esta solo es la punta del iceberg. Mayores recursos no solamente benefician al Gobierno per se, un clima favorable para las inversiones a través de la eficiencia institucional y la confianza del contribuyente con estado de derecho vigente en el país promueve la producción a través de nuevas inversiones de empresarios y emprendedores, la llegada de nuevos capitales del extranjero, apertura de nuevas fuentes de empleo, y la inversión pública orientada no solamente a complementar e impulsar el aparato productivo sino mucho más importante mejorar las condiciones sociales como ser educación, salud, seguridad social a partir de los nuevos recursos disponibles.

Una economía formal es una economía competitiva que permite traducir el desarrollo en mejores condiciones de vida para su población.

Lo que Prado y Farjat no quieren reconocer es que el Gobierno no ha contribuido a que la economía informal inicie la transición a la formalidad. Para ello es fundamental una reconversión del Sistema de Impuestos Nacionales de Bolivia, que es uno de los principales obstáculos que el FMI destaca en su informe. Así también, la gran burocracia y marco regulatorio para la empresa privada se constituye actualmente un costo sumamente alto para las micro pequeña y medianas empresas o los nuevos emprendedores o los denominados “cuenta propia” que ven en la informalidad un refugio frente al clima excesivamente rígido y sancionador de la “formalidad”, donde instituciones públicas como Impuestos Nacionales o los Gobiernos Municipales a través de tasas y otros gravámenes ejercen un acaso desde un enfoque estrictamente punitivo.

La economía informal a pesar de que Bolivia ostente el record en crecimiento (+4,5% del PIB) primero en Latinoamérica, no refleja la verdadera cara de la economía nacional, este argumento por cierto muy mal usado por ambas autoridades, solo devela un afán de ocultar una realidad y sustituirla por aquella que muy bien enmascara los problemas a través de lo macroeconómico, en esa multitud de datos y cifras gubernamentales siguen latentes varios problemas estructurales que impiden que la economía boliviana pueda despegar, estos temas al parecer insignificantes para el Gobierno continúan siendo un lastre para el desarrollo boliviano.

//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE FUNDACIÓN LOZANÍA//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN// 

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