Escribe Carlos Armando Cardozo
OPINIÓN | 7 Ene 2022
2 años de improvisación en materia educativa dejan un saldo preocupante a priori en Bolivia, la inoperancia del Gobierno para dar respuestas a los padres de familia preocupados por la educación de sus hijos (en teoría) paso desapercibida frente a otros temas.
Sin duda el caso de corrupción del ex ministro de Educación, Adrian Quelca, se llevó las tapas de los principales medios, pero se perdió en la superficialidad del hecho, pasando por alto la gestión llevada adelante y los logros conseguidos.
Revisando el gran trabajo de Murray N. Rothbard en relación a este tema (Educación: Libre y Obligatoria) es posible comprender la intencionalidad tras la deficiente o nula gestión en la educación en Bolivia. La colectivización de la educación bajo un solo esquema y criterios de suficiencia mínima decidida por el Gobierno, la enseñanza encargada a un grupo de maestros que deben aprobar programas de inducción al sistema de educación planificado y diseñado por el Gobierno para estar habilitados a impartir sus conocimientos en aula y finalmente la relación parasitaria de los sindicatos de maestros con su empleador son los ingredientes para la receta del adoctrinamiento.
El razonamiento detrás de la educación obligatoria “gratuita” para todos es tan frágil como el discurso político sentimentalista que trata de enarbolarlo. Yo Gobierno, lleno un aula de 50 alumnos y doy el mismo material a todos bajo el mismo esquema y con la misma carga horaria esperando que de manera espontánea las falencias y diferencias propias de los alumnos por motivos varios se esfumen y obtengamos a cambio una elite de bachilleres todos ellos a la altura de las expectativas del Ministerio de Educación.
Esto no solo es absurdo sino es pasar de la utópico a lo fantasioso. Bolivia le confió la educación al Estado desde la supuesta Reforma Educativa, pero en su lugar se obtuvo la instrumentalización de la Educación por los Gobiernos que pasaron por Palacio. Gobiernos pasaron, pero los maestros permanecieron imperturbables, el proceso de encaramiento del Magisterio en un trono secuestrando así la educación de los niños. Los padres de familia por su parte delegaron su responsabilidad de educar al Gobierno a pesar de estar en una posición más privilegiada para decidir qué es lo que más conviene a sus hijos.
Al fin y al cabo, los hijos son producto de sus padres, y estos velaran celosamente por sus intereses, esto por definición. Están al tanto de sus aptitudes, de sus talentos, pero también sus limitaciones y podrán darle una educación diferenciada acorde a su realidad, algo impensable en el sistema colectivista obligatorio del Gobierno.
Rothbard destaca que existen muchas maneras en las que los padres de familia pueden resolver la educación de sus hijos de gozar con la libertad de hacerlo. Tutores, cursos de extensión o en última instancia un sistema de educación privada cuyo programa sea ajustable a las necesidades y características del estudiante. Al no existir un mínimo de asignaturas o materias de relleno, el padre de familia podrá dar alas a las aptitudes de sus hijos. Mientras este cuente como herramientas básicas a la lectura, la escritura y las matemáticas podrá profundizar más adelante su conocimiento en las áreas donde mayor intereses y aptitudes presente.
Obviamente lo que planteo no sería de agrado de los dos sectores antes mencionados, Gobierno y Magisterio. ¿Por qué? Sencillo, les arrebata el monopolio del poder, el gran abismo del status quo tan cómodo para ese sindicato de maestros y por otro lado desarma al Gobierno de su principal arma, el adoctrinamiento, el colectivismo que anula la creatividad del individuo. Encuadra al niño bajo estándares de calidad determinados por políticos y sindicalistas. La vara de calidad en lugar de subir, desciende porque simplemente es incapaz de resolver las dificultades propias de las variedades de niños, personalidades, aptitudes y debilidades que hacen de cada uno, un mundo aparte.
¿Cuáles son los resultados en materia de educación hasta ahora en Bolivia? Según la UNESCO en el Diagnóstico Nacional de Bolivia publicado en 2020, detalla que los estudiantes bolivianos evaluados en Lectura, Escritura y Matemáticas tienen desempeños por debajo de la media regional. Medidos en 4 niveles los estudiantes bolivianos de 3° y 6° grado mostraron calificaciones en los 2 primeros niveles en más del 50% en el caso de la Escritura los resultados son menos escandalosos, pero aún preocupantes al ubicarse por debajo de la media regional en una escala de 1 a 4 puntos, tanto en el 3° y 6° grado los alumnos obtuvieron un puntaje total promedio 0.3 puntos por debajo de la media regional.
En líneas generales los estudiantes no tienen lectura comprensiva, capacidad de síntesis e interpretación. Carecen de capacidad de interpretación de textos a menos que estos presenten información adicional o complementaria destacada para guiarlos dentro de la lectura integra. Si el texto no expone de manera enfática la información el estudiante boliviano es incapaz de reconocer el mensaje implícito.
Una realidad que da miedo, pero ¿siguen creyendo que esto es producto de una gestión deficiente? Para nada, esto es deliberado, se tiene como único fin consolidar el totalitarismo de los Gobiernos, erradicar el pensamiento crítico y castrar mentalmente a los niños generación tras generación, hasta convertirlos en seguidores fieles y convencidos de que la única respuesta a sus problemas emana del Gobierno.
Bolivia tras 15 años de proyecto político de ribetes totalitarios ya expulsó generaciones de estudiantes, que no leen, que se informan por los medios tradicionales o masivos como redes sociales, con falencias en su educación que les impiden forma criterio por sí mismos y finalmente individuos que le deben su opinión, posición política u proyecto de vida a lo que las masas determinen.
Ese es el país con “educación” que tenemos delante nuestro. El gran problema del boliviano no es la ausencia de mesías políticos, siempre fue la educación de su gente, así es como se construye el futuro. Libertad para la Educación.
//*CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA ES ECONOMISTA, MÁSTER EN DESARROLLO SOSTENIBLE Y CAMBIO CLIMÁTICO Y PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN LOZANÍA//
//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//
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