Escribe Mónica Olmos Campos

Miss Barbie El Alto

Escribe Mónica Olmos Campos

OPINIÓN | 5 Oct 2021

La organización del Miss Barbie El Alto mantenía bajo perfil cuando un comunicado de la Defensoría del Pueblo le dio un empujón mediático viralizando el concurso de belleza entorno a un acalorado debate que no hace otra cosa que desnudar la fragilidad –por lo anacrónico que resulta en sí mismo– de un discurso político, sociológico, ético y estético.

La Defensoría del Pueblo rechazó el Miss Barbie El Alto por considerar que “cosifica a la mujer, refuerza estereotipos de género e incurre en violencia simbólica afectando los derechos de las adolescentes y mujeres en general”. La Defensoría, incluso, apeló a la Ley 348 para justificar su postura. El organizador del evento, por su parte, dijo que la Defensora no está bien informada ya que el concurso busca dignificar y empoderar a las mujeres además de incentivar la solidaridad a través de la recolección de juguetes para la Navidad de los niños pobres de El Alto.

Mientras tanto, la amplia “comunidad hater” de Bolivia se ha solazado ante el Miss Barbie El Alto desatando su furia en contra de las señoritas candidatas en una usual, desenfrenada y abusiva actitud de intolerancia, críticas que rayan en el insulto y, en este caso, también, racismo.

Lo que hay que observar de este tema:

1. ¿Acaso el pronunciamiento de la Defensoría del Pueblo nos traslada a un régimen con rasgos fascistas al intentar imponer un único discurso (su discurso) sentenciando –en nombre de la Ley– el derecho y la libertad que amparan la decisión de cada joven?

2. ¿La Defensoría del Pueblo no hace el ridículo inmiscuyéndose en un asunto que, seamos honestos, a nadie le importa ni afecta? ¿La defensora, más bien, no debería condenar las expresiones discriminatorias, racistas y de violencia de género en contra de las concursantes?

3. Las mujeres bolivianas esperamos que la Defensoría se pronuncie ante la incesante, avasalladora e injusta persecución política a líderes de la oposición, exautoridades y civiles luchadores de la democracia. En vez de estar caldeando las fragilidades de identidad que caracterizan a ciertos grupos sociales del país, la Defensoría debería denunciar y rechazar los abusos que se cometen en contra de la humanidad de la expresidenta constitucional Jeanine Añez, sensibilizarse con el sufrimiento de la hija de la exautoridad; y debería sentir un mínimo de empatía con aquellas mujeres que se han convertido en símbolos de la lucha por las libertades de las mujeres y hombres de este país como la señora octogenaria Amparo Carvajal que encabezó la marcha de los pueblos indígenas y de Milena Soto activista de la Resistencia Juvenil Cochala injustamente detenida. El abuso en contra de estas mujeres constituye un agravio para todas las mujeres bolivianas que deseamos vivir en libertad; y el silencio ensordecedor de la señora Defensora, hace un ruido que perturba.

4. La Defensoría del Pueblo no se ha pronunciado ante la denuncia formal que hizo la senadora Andrea Barrientos de CC ante la comisión de ética de la Cámara de senadores cuando sufrió violencia de género (simbólica, política y de liderazgo, institucional, psicológica, mediática, contra la dignidad, y laboral, todas formas de violencia tipificadas en la Ley 348) por parte del senador masista Hilarión Padilla, quien dijo que no discutía con mujeres y que prefería hacerlo directamente con Carlos Mesa en una clara práctica de sexismo benevolente.

5. Los concursos de belleza –más si llevan el rótulo de Universo o Barbie– no sólo incomodan a la Defensora, sino a los grupos radicales de feministas que culpan a estos eventos por todos los males que padece la mujer, pero, paradójicamente, promueven su empoderamiento a través, por ejemplo, del aborto legal en nombre de la propiedad de sus “cuerpos y decisiones”. Me pregunto, si las mujeres son tan dueñas y libres de sus cuerpos y de sus decisiones, ¿por qué se las juzga cuando deciden subirse a una pasarela para mostrar su belleza? ¿Dónde queda su libertad y poder? ¿Acaso en el anaquel de una hipocresía social claramente dominante, tanto como el patriarcado y machismo que dicen combatir? Muy conveniente.

6. ¿Que el Miss Barbie no “acompaña” la cultura, biotipo y costumbres de las mujeres y hombres de El Alto? En esa lógica, ¿la Defensoría estaría de acuerdo con que en El Alto se realice “La Ñusta del Tahuantinsuyo”; “La Cholita de la Ceja” o “La Señorita Cholet”? ¿Es un asunto semántico, de derechos y libertades, de prohibiciones e imposiciones, de ideología, de conflictos de identidad social y racial? ¡Qué es!

7. El Alto ama el reggaetón, sus jovencitas perrean en las discos de la Ceja al ritmo de Bad Bunny y J Balvin; los alteños comercian con China; lucen su economía en autos japoneses de 70 mil dólares; visten ropa americana de contrabando y van a la universidad pública y privada a estudiar Negocios Internacionales e Ingeniería Mecatrónica. ¿Y con todo este lente global que poseen sus hombres y mujeres que se sienten y son –con todo derecho– ciudadanos del mundo, van a venir con miramientos a su Miss Barbie en nombre del respeto a la mujer?

En este tiempo, en el que abundan la mentira, impostura e intolerancia, al menos en esto tengamos algo de decencia.

//*MÓNICA PATRICIA OLMOS CAMPOS ES COMUNICADORA SOCIAL Y DOCTORA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN//

//**LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL PLURAL – LIBERAL DE ESTE MEDIO DE COMUNICACIÓN//